El descenso con paracaídas fue una experiencia que viví en mi
14 cumpleaños. Era una de las cosas que quería hacer al menos una vez en mi
vida, y la verdad es que la experiencia llegó antes de lo que yo había planeado.
Antes de saltar pasé por distintas fases de miedo. El primer
gran momento de miedo se produjo cuando tenía que firmar un documento en el que
quitaba toda la responsabilidad a la empresa en caso de que sufriera algún daño
tal como quedarme inválida. Aunque es
algo que no ocurre con frecuencia existe una mínima posibilidad, que al fin y
al cabo es la misma posibilidad que existe al caminar por la calle, pero el
tener que firmar algo así, realmente me asustaba.
Sin embargo, antes de subir a la avioneta que iba ascender
hasta una altura de 4000 metros, me encontré con una mujer que acababa de descender
desde esa misma altura con el paracaídas. En seguida le pregunté que qué le
había parecido la experiencia y si la volvería a repetir. Ella me contestó sin
pensárselo dos veces que sí, sin duda. Lo que me dijo no fue mucho, pero su
expresión facial y sus palabras contextualizadas en su situación, pues era una
mujer que sufría de cáncer y a la que le quedaban pocos meses de vida, decían
mucho más de lo que textualmente expresó. A pesar de este encuentro emotivo y
de la pequeña inyección de adrenalina que ya había supuesto para mí, mi cuerpo
seguía expresando el miedo que mi mente ocultaba tras las ganas de saltar. Una pena
que las fotos que lo demuestran me den demasiada vergüenza como para
publicarlas, pues en este caso es muy cierto que una imagen vale más que mil
palabras.
Finalmente llegó el momento de saltar. En este momento se
suceden dos sensaciones paralelas, por una parte, la física y por otra la
emocional. Respecto a la física decir que es como si todos los órganos del
interior del cuerpo humano intentarán salir por la boca (exagerando un poco). Sin
embargo a esta impresión, que así descrita suena bastante desagradable, le
acompaña una emoción mucho más placentera. El sentirse un ser totalmente libre
en la inmensidad del mundo que por un momento se encuentra a tus pies, pudiendo
desahogar y descargar toda la adrenalina cabida en un cuerpo.
Quería poner estas fotos, porque expresan claramente esa sensación de libertad tan deseada por el ser humano, ese sueño de alejarse por un momento del mundo y sobrevolarlo, apreciando la inmensidad del mismo. Sin duda, una experiencia que recomiendo a todo aquel que no sufra de vértigo.
Me ha encantado que compartieras esta entrada. Creo recordar que, el año pasado, otras dos compañeras contaron una experiencia similar. Impresionante.
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