jueves, 10 de octubre de 2013

Reflexiones sobre el color.

Me niego rotundamente a admitir que el color es una invención. Lo vemos, nos produce diferentes sensaciones. Con lo cual, es una realidad. Al igual que todo aquello que percibimos a través de los sentidos. ¿O acaso vamos a negar la existencia de los olores, sabores, texturas y sonidos? Dejemos de torturarnos con lo Divino y lo Humano. Lo que es, es. Y lo que no es, no es. 

Son difíciles de describir, eso sí. La única manera de aproximarse a una definición es a través del uso del símil. Conocemos el azul marino, el verde pistacho o el rojo coral. Todos ellos necesitan la comparación con un objeto real para poder imaginarlos. No hay un rojo coral oficial, también eso es cierto. Existen las tonalidades. Pero así es la vida: versiones dispares sobre un mismo tema, y no por ello deja de ser real. 

Lo mismo pasa con el vino. De hecho, hay una disciplina que se encarga de clasificar los distintos sabores de cada uno, la Enología. Es gracioso escuchar como los profesionales se empeñan en describir cada sabor, pero siempre comparándolo con algo (vuelta a lo ya mencionado antes, el símil). "Este vino tiene un aroma empireumático, cercano al café, con aspecto espumoso y que transmite una sensación aterciopelada." He de decir que esta disciplina, si se me permite dar mi opinión, me resulta de lo más pedante. Será que aún no he sabido disfrutar del vino hasta tal punto. 

Volviendo a los colores, la Naturaleza no sería lo que es si no tuviera esa carta de presentación, como es el color. Su esplendor se manifiesta permanentemente en un sinfín de colores que lucen por doquier, multiplicándose sin cesar. Y eso es una realidad. 





















Verde, en todo su esplendor, en el Canal Saint Martin de París. 

1 comentario:

  1. Me gusta que el texto de Azúa te haya reafirmado en cuestiones que tienes muy claras. Aunque la experiencia te enseñara que, a veces, lo que es... no es. Tiempo al tiempo. ¡Muy bien!

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